El corazón de María, palpitando en medio de la Pascua, sigue rebosando alegría por la presencia de Jesús Resucitado. Pero, también es verdad que con el anuncio del anciano Simeón, la Virgen preparó su corazón a los contratiempos (en crueles espadas) que la vida y muerte de Jesús de Nazaret, le proporcionó).
Una de las flores que más le gusta a nuestra Madre es, precisamente, el
ofrecimiento de nuestro corazón para Dios.
Nunca como hoy tenemos tantas casas y, nunca como hoy, personas que viven
sin techo.
Nunca como hoy vivimos tan juntos y, nunca como hoy, vivimos marcados por
la soledad.
Nunca, como hoy, tan llenos de cosas y con la sensación de que nos falta
algo.
Pidamos a María que, en este mes de mayo, y animados por el espíritu
pascual, pongamos el corazón en lo que hacemos y en lo que decimos. Pero, sobre
todo, que en este mes de mayo inundemos nuestras entrañas con lo que fue grande
y decisivo en María: JESUS.
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