Todos tenemos un plan
marcado por Dios, para llevarlo a feliz cumplimiento.
En cierta ocasión, un aprendiz
de arquitectura, fue convocado por un responsable de la profesión. Cuando llegó
hasta el despacho, su jefe le dijo: "aquí tienes; este proyecto, lo
tendrás que llevar a cabo en los próximos años" ¿En los próximos años
-suspiró el alumno-? Sí, le contestó el profesor; este proyecto que te entrego
es ambicioso y te llevará toda una vida. Si lo consigues, no te faltará ni
felicidad interna ni bien material externo.
María, también pensaría para
sus adentros que Dios, estaba loco. Que aquello era irrealizable. Pero, Ella,
se fio en la palabra del ángel.
A simple vista no estaba
preparada, pero le quedaba toda una vida por delante para llevar a cabo dos
planes pensados para Ella: ser Madre de Dios y Madre de Cristo.
María no se dejó llevar por
sus sentimientos. Se fio de Dios. Se puso a su disposición y, sobre todo, creyó
en su Palabra.
María quiso, libremente por
la fe, engancharse al tren de Dios y, con sus sentimientos de gratitud, de
emoción y de alegría, encarriló con más entusiasmo todavía lo que Dios le
anunció por el Ángel.
¿Qué puede movernos a nosotros?
¿La fe o los simples sentimientos?
¿Nos dejamos llevar, como
María, por el tren de la gracia de Dios?
¿Qué es más fuerte? ¿Dios o
las interrogantes que nos rodean?
Una flor, muy singular,
podemos ofrecer a María: para que predomine Dios sobre nuestros sentimientos de
desilusión o engaño.