Pues bien, al ir creciendo, importa aun más el estar presentes en sus vidas…aunque ellos no lo deseen así. ¿Por qué? Porque nuestra presencia (sin estar como policía o gendarme) les demuestra lo importante que ellos son también para nosotras. Les damos poco a poco la confianza que necesitan para formar una buena conciencia y hacer buenas decisiones al ir creciendo y madurando en su ser. Sin querer hacer las cosas por ellos…permitiendo que ellos mismos elijan sus actividades – pero manteniéndose conectados a las “reglas” del hogar. Si salen a pasear, importa mucho preguntar a donde van y con quien y dar una hora concreta para su regreso a casa. Si son adolecentes menores de los 18 años, es bueno que uno les lleve y traiga de los eventos a los que van.
Nosotras como madres, somos responsables no solo por la seguridad de nuestros hijos, sino que también por el mantenimiento de sus virtudes. Dios nos va a pedir rendirle cuentas cuando lleguemos al final del camino. ¿Qué le vamos a decir? ¿Qué le vamos a entregar con lo que nos ha “prestado” en los hijos?
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